El significado perdido de dieta

oct. 19, 2021

Tantas décadas de fracaso estrepitoso intentando abordar el estigma del peso corporal y la imagen, demonizando alimentos saludables, desplazando la comida deliciosa y nutritiva y ofreciendo remedios milagrosos, siempre con la premisa de que «para lucir hay que sufrir», han dado como resultado una percepción del término «dieta» que compite con el mismísimo infierno.

A día de hoy, el concepto popular de «ponerse a dieta» es sinónimo de restricción y durísima disciplina militar. Un completo sinsentido que termina afectando al resto de aspectos de la vida de una persona y la acaba sometiendo a la obsesión, a la persecución infinita de un físico ideal y a la mala relación con la comida. Nada más lejos de la realidad.

En la Antigua Grecia, la dieta era un concepto mucho más amplio y elevado de lo que conservamos en la actualidad. La dieta original o /diaita/ era un estilo de vida que englobaba la salud desde el punto de vista más integral, que partía del bienestar físico y mental, mediante una alimentación saludable, la práctica del trabajo físico, el autogobierno y el servicio al prójimo y a la comunidad.

Podríamos decir que las personas que seguían una dieta encarnaban unos valores y una filosofía de vida, que trabajaba sus habilidades y debilidades para convertirlos en cuidadanos rectos, serviles y funcionales en el antiguo país de las Polis. Simplemente buscaban la virtud y ser mejores seres humanos con sus paisanos, a la par que cuidaban de sí mismos.

La idea era cuidar de uno mismo para servir mejor a la comunidad.

La humanidad ha avanzado muchísimo durante estos milenios, pero parece ser que, con la irrupción de distintas influencias, empezando por las religiosas, pasando por las políticas y económicas y terminando por las sociológicas y culturales, hemos terminado en una sociedad occidental que juzga el valor de las personas por la apariencia física y olvida lo que hay dentro. Vivimos con relativa plenitud de derechos y libertades individuales pero nos desvivimos por la cultura de la apariencia y el espectáculo, en detrimento de la cultura del desarrollo personal e intelectual. Por eso triumfa más un reality show o un tiktoker que los avances de investigaciones contra el cáncer o el cambio climático.

Por supuesto, vivir en una sociedad que prima la apariencia física por encima del intelecto u otras capacidades puede tener consecuencias en personas especialmente sensibles. El miedo contínuo a la interacción social, al escrutinio público o a la evaluación externa por el qué pensarán de la propia imagen son factores de riesgo en el desarrollo de trastornos de ansiedad y de conducta alimentaria (artículo). Dado que es tarea casi imposible cambiar en poco tiempo la percepción de toda una sociedad, es más necesario que nunca adquirir aprendizajes cognitivos y conductuales que trabajen la autoimagen desde la aceptación y el amor por el propio cuerpo, siempre con el apoyo de profesionales de la psicología, que no deja de ser el equivalente moderno de desarrollar una mentalidad proactiva para escapar de la cultura de dieta y entrar en la cultura de la salud.

Hemos de abandonar la cultura de dieta y adoptar la cultura de la salud.

Además, la visión popular moderna de la dieta descuida que hay todo un espectro de hábitos de salud que son igual de importantes, o incluso más, que la propia alimentación, como el descanso, la actividad física, el entrenamiento y la gestión del estrés, ligada íntimamente a la salud mental que acabamos de mencionar. Estos hábitos son piedras angulares para tener una salud global de hierro, y seguir una dieta demasiado estricta puede alterar significativamente el desempeño en estos factores.

Como soy bastante fan del Universo Marvel, y seguro que más de un lector también, se podría decir que los hábitos de salud global son como las gemas del infinito que Thanos utiliza para obtener un poder supremo, pero visto del revés. Es decir: a medida que nos faltan estas gemas de la salud nos vamos debilitando y se multiplica el riesgo de obesidad, resistencia a la insulina, depresión y otras enfermedades crónicas, tanto neurodegenerativas como cardiovasculares o el cáncer.

Simplemente con unos cuantos tips de cada uno de estos grandes hábitos podemos asegurar una reducción significativa del riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles y una mejora de las capacidades físicas y del estado de ánimo.

En futuros artículos hablaré del impacto específico de los hábitos de salud global en nuestro organismo desde el punto de vista nutricional.

 

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